Recuerdo esas clases en el estudio de su casa de Haedo en la calle Vignes con mucho cariño, fue uno de los momentos más importante de mi vida sin duda, la posibilidad de estar todos los sábados con un maestro como "el viejo" no se presenta todos los días, esos sábados eran de total aprendizaje, no solo de historieta o alguna técnica, sino eran charlas de amigos y enseñanzas de vida con facturas y mate de por medio, el viejo transmitía pasión, yo personalmente sentía la riqueza de esos momentos y la absorbía por cada poro, no quería perderme de nada.
Su estudio era una especie de laboratorio y el viejo, un alquimista medieval rodeado de sus pinceles, enormes bibliotecas llena de libros, en la pared el enorme retrato que le hiciera su hijo Enrique, gatos por todos lados y nosotros. Momentos realmente mágicos.
Muchos de sus alumnos tienen hermosos originales de Alberto "mangueados" en esos sábados, yo jamás me animé a pedirle que me regalara un dibujo, pero guardo como un enorme tesoro y valioso documento, una carta que me escribió en 1989 de puño y letra, cuando yo ya vivía en Italia donde me decía de encontrarnos en Milano. Obviamente no falté a la cita.
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